Musicoterapia artículo 5 LA MÚSICA Y EL CEREBRO DEL NIÑO
La música habla en un lenguaje que los niños entienden
instintivamente, los atrae y los invita a seguir su melodía, cantarla, moverse
al compás y dejarse llevar por su dimensión emocional y armónica, en toda su
belleza y profundidad. Sus vibraciones físicas, estructuras organizadas,
seductores ritmos y sutiles variaciones interaccionan con la mente y el cuerpo
de muchas formas, alterando de manera natural el cerebro.
El desarrollo del cerebro es el
proceso de incorporar estructuras cerebrales en sistemas cada vez más complejos
y la música es un instrumento muy eficaz para proporcionar un elevado porcentaje
de estímulo ambiental que llega a través de los oídos, y hay pruebas claras de
que a partir de la semana 18 de gestación la música tiene un papel esencial
para proporcionar esas estructuras cerebrales.
Cuando un niño nace y
a medida que avanza la edad, la música estimula y mejora su fisiología, su
inteligencia y su comportamiento. Estos efectos son reales y medibles: Esta
incorporación comienza a nivel neuronal
en el útero y después del nacimiento continua con las estructuras de
movimiento, cognición y las primeras vivencias de relación social.
Conforme las palabras van
adquiriendo más sentido, las estructuras del leguaje se pueden interiorizar y
organizar en pensamiento y razonamiento. Las técnicas médicas y científicas
hacen que podamos ver que partes del cerebro se activan durante determinadas
actividades y a que partes afectan diferentes tipos de estímulos, por lo tanto
se puede observar que el cerebro las usa repetidamente y con frecuencia
suficiente o desaparecen.
Un elevado porcentaje de estímulo
ambiental llega a través de los oídos y hay pruebas claras de que
aproximadamente a partir de la semana 18 de gestación, la música tiene un papel
esencial en el proceso de crear conexiones neuronales en el cerebro del niño.
Cuando el niño nace a medida que avanza en edad la música estimula y mejora su
fisiología, su inteligencia y su comportamiento.
Estos efectos son reales y medibles,
se ha comprobado que:
· La música es capaz de calmar o
estimular el movimiento y el ritmo cardiaco de un bebé en el útero.
· Los bebés prematuros que escuchan
música clásica en la unidad de cuidados intensivos aumentan más de peso, salen
antes del hospital y tienen más posibilidades de sobrevivir.
· Los niños que reciben clases de música manifiestan
tener más habilidades motrices, más capacidad para las matemáticas y mejor
rendimiento en la lectura que los que no estudiaron música.
· Los alumnos de instituto que cantan o
tocan instrumento obtienen mayor puntuación en los test de aptitud académica.
· Los estudiantes que escuchan 10
minutos de sonata antes de hacer los test de inteligencia obtienen mejores
puntuaciones en la parte espacio-temporal. Por medio de encefalogramas se ha
comprobado que los cerebros de músicos adultos hay mayor coherencia en las
ondas cerebrales que en los adultos no músicos, incluso difieren anatómicamente
de los casos en que los músicos comenzaron a estudiar antes de los 7 años.
Desde el principio se puede cantar al bebé canciones fáciles,
mecerlo con ritmo, hacerlo bailar animadamente sobre las rodillas y ofrecerle
tranquilas sesiones de música clásica para llevar armonía, estímulos mentales y
alegría a su vida. La música clásica occidental, lo cánticos, estribillos y
canciones de la primera infancia, contienen todos los ritmos y las formas del
lenguaje esenciales, sea el idioma que sea, así pues enseñarle al bebé a
apreciar la música contribuye a preparar el cerebro para dominar la estructura
compleja del lenguaje.
Una vez que el niño comienza a caminar, la música es como una
mano segura que ayuda a su mente y cuerpo a moverse juntos. A medida que
interioriza el sentido del ritmo, finalmente, va a regular su actividad física.
En su relación social aprende a recurrir a melodías y canciones conocidas que
le ayudan a crear un ritmo diario que puede formar un fundamento sólido de una
vida segura y confiada.